- El profesor A se pasa sus clases dictando apuntes.
- El profesor B hace un trabajo estupendo, esforzándose porque sus alumnos aprendan algo.
- El experto X se atreve a incluir en un informe que habría que recompensar a los buenos profesores.
- Se arma la marimorena.
Mi no comprender …
Creo que a una buena parte de nuestros compañeros de profesión no les gusta demasiado trabajar. Es normal que les moleste ser evaluados y que su remuneración dependa de sus resultados.
Además somos españoles, menuda envidia que el de al lado cobre más, hasta ahí pondríamos llegar.
Saludos
Pero la españolidad no es una barrera insalvable. Los sexenios de investigación en la universidad, han funcionado bastante bien. Es posible que el sistema esté un poco agotado, pero en su momento dio un impulso importante al quehacer investigador en la universidad.
Sobre las ganas de trabajar, no creo que sean mayores ni menores que en otros colectivos. Me parece que el problema es de falta de incentivos. No hay muchas profesiones en las que el trabajo sea tan oculto (sólo lo ven unos sujetos en formación, poco preparados para juzgar el desempeño). Es verdad que un cirujano trabaja en privado, pero los resultados de una buena o mala operación son evidente. Para dificultar las cosas, el buen o mal trabajo de un docente puede tener consecuencias que tarden años en manifestarse. Dicho esto, que la evaluación sea complicada no implica que no haya que hacerla, desde luego.
Muchas gracias por el comentario.
¿Se puede pronunciar la palabra sindicato?
Pero si la conclusión es que los sindicatos (yo la pronuncio, desde luego) defienden a los profesores tipo A …
Por cierto, es curioso que a ningún sindicato parece molestarle que haya unos «compañeros» que sí que cobran más por el mismo trabajo: se llaman catedráticos y no han accedido a ese estatus a través de ninguna evaluación de su actividad docente sino de la forma consabida, que es básicamente ponerse a la cola a esperar el turno.
La figura del catedrático es lo único que ha habido que recuerde un poco a una carrera profesional. El problema es, como dices, cómo se da el salto. Pero no me sorprende la actitud de los sindicatos: yo siempre los he visto muy defensores del escalafón y la antigüedad.
Muchas gracias por los comentarios.
No creo que las cosas sean tan sencillas. En primer lugar, las categorías no están en el mundo real tan bien delimitadas(ya sé que simplificaste conscientemente): ese caricaturizado profesor A, ¿no quiere que aprendan sus alumnos? ¿quién dice que no logre más que el B?
En segundo lugar, hay que ser muy ingenuo para pensar que se contempla «recompensar a los buenos profesores», así sin más. En caso de que se valorase de algún modo a los «buenos profesores»(ya me chirría el apelativo), ¿se hará sobre lo ya existente o quizás se detraerá de los consecuentemente «malos profesores»?
Para incrementar la confusión, ¿dónde se obtiene la etiqueta experto de X?
Y sobre lo de buenos/malos, este tweet y la discusión posterior vienen a mostrar el escaso consenso que hay entre los investigadores: https://twitter.com/benjaminjriley/status/699241806387544065
En efecto, es un ejemplo esquemático; pero ojo, sigue habiendo profesores que dedican la mayoría de la clase a dictar apuntes, no es ninguna caricatura. No niego que puedan hacerlo con buenas intenciones. De hecho, he escrito muchas veces, y estoy convencido, que muchas de las prácticas de las que he hablado tienen detrás la mejor de las intenciones. Un profesor puede estar convencido de que saber extraer dos decimales con el algoritmo tradicional de la raíz cuadrada es importante, y poner toda la buena intención en que los alumnos adquieran ese conocimiento. El problema es que las buenas intenciones no garantizan nada …
Sobre el experto y el buen profesor: son matices de lenguaje que acepto. Puedes poner los términos que quieras, y no hace falta darle ninguna autoridad de experto para este punto concreto. Simplemente, alguien sugiere que habría que incentivar a los docentes que hacen un buen trabajo (aquí se puede poner el término que uno quiera, no me parece lo esencial).
Sobre la última línea: es cierto, es difícil evaluar el desempeño de un docente. Y sería absurdo tratar de poner a cada uno una nota entre 0 y 10. Pero algo se podría hacer, y que sea difícil no puede implicar «mejor no hacer nada».
Muchas gracias por el comentario.
Evidentemente, evaluar al profesorado no es trivial, pero las propuestas de Marina parecen bastantes razonables. Lástima que, como suele suceder, la prensa y los sindicatos se limiten al trazo grueso en sus resúmenes y respuestas. En cuanto a lo de que chirría lo de buen o mal profesor ¿tambien te da igual un coche u otro, un periódico u otro, todo es lo mismo? ¿Todo el mundo es tan estupendo que no puede mejorar? Porque sin duda la evaluación nos ayudaría mucho a todos a mejorar, ¿no crees?
Pues no, no lo creo. Observo un salto lógico entre «no ser estupendo» y «mejorar gracias a la evaluación». No veo que sea necesaria esa conclusión, pues entre otras cuestiones, la evaluación puede: 1) centrarse en aspectos fácilmente objetivables pero accesorios 2) no tener como objetivo la mejora del profesorado (sea esto lo que sea) 3) simplemente errar, debido a que el evaluador es la administración de turno(en mi comunidad solo ha dado muestras de ineptitud, tanto al más alto nivel como en la inspección, como para fiarse).
No veo clara la analogía con el coche, pues en este caso hay criterios objetivos que permiten valorar la calidad de un coche: consumo, contaminación, seguridad… Y peor en el caso del periódico, pues creo que es puramente subjetivo el método de elección.
Si miramos a sistemas educativos en los que hay cierta tradición evaluadora de los docentes, como el VAM norteamericano, tampoco veo que haya consenso sobre su eficiencia. Leyendo a economistas de la educación, me da la impresión de que tienen tantas ganas de evaluar a los profesores que les da igual qué evaluar. Después podrán sacar sus conclusiones a partir de las correlaciones que observen.
1. ¿Cómo evaluamos a los buenos profesores? 2. Si lo hacemos con evaluaciones externas a los alumnos, ¿cómo eliminamos las diferencias de partida del alumnado? 3. ¿Cómo hacemos eso si ni siquiera estamos de acuerdo en qué matemáticas (o qué Literatura, o qué Ciencias) hay que enseñar? (El «cómo» va aparte).
Dicho esto, sí creo que habría que buscar mecanismos que promuevan la formación permanente de los profesores, la renovación de la metodología, y por supuesto, la responsabilidad.
Entonces creo que en el fondo estamos de acuerdo: claro que evaluar a los profesores no es fácil, y creo que deberíamos estar debatiendo sobre cómo hacerlo. Lo que chirría es ese rechazo a cualquier forma de evaluación. Dicho eso: el mismo problema se da en la evaluación docente del profesorado universitario.
Insisto: nadie dice que sea fácil evaluar; pero conocemos los resultados de no hacerlo. Aparte de que me resulta bastante indefendible negar a la administración (y a la postre a la sociedad) la potestad de supervisar de alguna manera lo que hacen sus funcionarios.
Abro un nuevo aspecto: … y quién evalua? Cual deberia ser el papel de las direcciones? o no tendrian papel? Un pais imaginario en el que hubiera direcciones fuertes y competentes e inspección con el encargo de controlar, pero también ayudar y abrir caminos, no seria un camino?
Como este escenario es «Alicia en el país de las maravillas» no creo que se pueda arreglar el problema
La verdad, no soy ningún experto en el tema, ni conozco otros sistemas. Lo que dice Elena suena razonable. Estoy seguro de que no faltan ejemplos en otros países, para inspirarse. Lo esencial sería que estas cosas se empezaran a debatir con calma, y no limitarse a atacar la evaluación, simplemente porque se podría hacer mal.
Bueno, por ejemplo en Alemania, donde no hay más que un inspector por estado, se encargan de evaluar los directores, que al fin y al cabo son los que conocen mejor a los profesores. Si no me falla la memoria, cada profesor debe pasar al menos una evaluación cada tres años; ésta consiste en entrevistas del director con el profesor, con sus alumnos y con los padres, supervisión de documentación, observación de clases (algo que por cierto es allí bastante frecuente y natural), etc. A esto se añade que los directores tienen que responder sobre lo que pasa en sus centros, por lo que se toman en serio las evaluaciones. No creo que los españoles no podamos organizarnos para hacer las cosas bien.
El tema está de actualidad, y estas me parecen reflexiones sensatas, que ya es mucho en los tiempos que corren: http://politikon.es/2016/02/23/es-el-profesorado-el-que-no-reconoce-al-profesorado/