Sobre los deberes

Si pudiera proponer una sola cosa, me conformaría con esta: que cada aula tuviera un calendario donde figuraran las tareas que tiene que hacer cada alumno, con la fecha correspondiente (idealmente, con una estimación del profesor de cuánto tiempo requiere la tarea en cuestión). Ese calendario debería ser conocido, al menos, por las familias y los profesores del aula. ¿Por qué no totalmente público?

Creo que con esa medida el problema podría desaparecer. Si no fuera así, al menos tendríamos datos un poco más sólidos para debatir.

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El debate sobre los deberes

En un comentario de la última entrada Lucas preguntaba por el programa de Jesús Cintora sobre los deberes, en particular sobre la intervención de Alberto Royo, autor de «Contra la nueva educación» (autor y libro que yo descubrí en el programa).

Mi conclusión principal sobre el programa es que es frustrante el poco rigor y la poca profundidad que hay en nuestro debate público. Como ya han pasado unos días, si algún lector quiere refrescar la memoria el programa está aquí y la intervención de Alberto Royo empieza en el minuto 23:30. Creo que merece la pena complementar esos minutos con esta entrada de su blog,

En este debate siempre he echado de menos los números. Ya en las lejanas reuniones del cole de mis hijas, lo único que intentaba cuando surgía el inevitable debate entre los bandos de padres pro y anti deberes era poner algún número a la cantidad de deberes. Nunca lo conseguí, los maestros solían salirse por la tangente de «cada niño es distinto». ¡Pues claro que cada niño es distinto! Por eso no tiene sentido mandarles a todos las mismas tareas, al que las necesita y al que no, al que se concentra y las hace en media hora y al que todavía se distrae mucho, y necesita media tarde para ello.

José Antonio Marina (minuto 49) sí se atrevió a poner un número: 15 minutos al día en 1º y subiendo 15 minutos cada curso. Me parece que llegar a 1,5 horas al final de primara es demasiado, pero al menos con estas cifras se podría empezar a hablar.

Como prueba de la superficialidad del programa me quedo con la situación de la estudiante de ESO (1h 02 min), y el relato de sus tareas del día: «pasar a limpio» una redacción de inglés y estudiar para el examen, estudiar los resúmenes de sociales y un ejercicio de matemáticas. Es verdad que «estudiar para un examen» es una tarea con duración difícil de valorar, y lo mismo estudiar los resúmenes, pero su madre en el programa dice que es una chica eficiente y que los hace en 1 hora. Mi reacción fue: ¿cómo es posible entonces que esté haciendo deberes a las 21:30? ¿No haría falta dar algo más de información sobre el horario de la estudiante durante esa tarde?

En fin, que el propósito fundamental de esta entrada era dar entrada al debate de los lectores que os animéis.

Los deberes y la atención a la diversidad

Voy a escribir esta entrada recurriendo al estilo tengo un amigo que …

La hija de mi amigo acaba de terminar 2º de Bachillerato. Estudió un año fuera, y se le dan bien los idiomas; su inglés es excelente. Mi amigo se sorprendió cuando la nota final de su hija en inglés fue de 8. Se trataría de una anécdota, si no fuera porque la chica quiere estudiar una carrera con una exigente nota de corte, de manera que mi amigo fue al instituto a pedir explicaciones. Las explicaciones no son de primera mano, pues la profesora acaba de tomar un permiso de maternidad. Pero mi amigo habla con la jefa del departamento que, con toda amabilidad, le muestra las notas de su hija. Las notas de todas las pruebas escritas, de expresión oral, etc, son de 9 o superiores, pero tiene un 3 en el apartado «tareas y actitud». Al aplicar los porcentajes establecidos en la correspondiente programación didáctica, la nota es la que es … Formalmente, supongo que todo correcto. Personalmente, creo que la historia da lugar a reflexiones interesantes.

Conozco, porque lo he vivido en primera persona, el problema de tener un alumno de nivel claramente superior al que estoy impartiendo en clase. Sé que los profesores estamos cada vez mas saturados, y puedo entender (que no aprobar, creo que no cuesta tanto) que el profesor asigne las mismas tareas a todos sus alumnos, independientemente de sus necesidades educativas. Lo que no me cabe en la cabeza es que penalice a un alumno que no es suficientemente disciplinado con unas tareas que tienen para él valor muy próximo a cero. ¿Dónde queda la atención a la diversidad, que inunda todos nuestros decretos educativos, y que tanto se echa de menos en nuestras aulas? Y, lo siento, pero aquí no me vale la excusa de la falta de medios, creo que se puede hacer a coste cero. Lo que yo hago es valorar ese trabajo personal, deberes, o como quiera llamarse, cuando resulta en una subida de la nota. Pero si un alumno saca un 9 en uno de mis exámenes, me demuestra que su rendimiento en la asignatura es sobresaliente, y esa es la nota que creo que merece, independientemente de que para obtenerla le haya hecho poco caso a las tareas que he diseñado. Supongo que aquí es donde entra ese supuesto valor de los deberes relacionado con la disciplina … Y puede que sea cierto, si pensamos que el objetivo del sistema educativo es formar a disciplinados integrantes del sistema, prestos a acatar las órdenes del superior sin perder un segundo en valorar si las instrucciones tienen algún sentido. Mi idea de la educación es un poco distinta …

Aunque mi amigo no había tenido ningún contacto con la inspección educativa, se decidió a hacerles una visita. En el fondo, se trataba mas que nada de sondear la actitud de la inspección ante el tema de la atención a la diversidad, ya que parecía claro que formalmente el problema tenía poco arreglo. La actitud de la inspectora fue rotunda: las tareas tienen que hacerlas todos los alumnos, y si la programación dice que se valoran con un 15%, pues así se valoran. Para zanjar el tema, mi amigo le planteó una pregunta clara: si un alumno de primaria tiene un rendimiento en matemáticas claramente avanzado, y el maestro manda unas cuantas sumas que ese alumno hace tiempo que domina completamente, ¿qué hay que hacer entonces? La respuesta fue tajante: ese alumno debe hacer todas las sumas, igual que el resto de sus compañeros. Luego, en todo caso, el maestro debería pensar en alguna otra tarea adaptada al nivel de aprendizaje del alumno en cuestión. Obviamente, tras esa respuesta mi amigo decidió dar por terminada la conversación. La actitud de esa inspectora ante la atención a la diversidad quedó suficientemente clara. Evidentemente, no tengo ningún dato para valorar cómo de generalizado es ese peculiar tratamiento de la diversidad, pero la hipótesis de que está bastante extendido explicaría muchas cosas, como el escaso número de estudiantes con excelentes resultados que tenemos en las pruebas internacionales de referencia, o esos casos de alumnos brillantes, que a veces sobrellevan la situación, por supuesto, pero otras veces caen en el aburrimiento absoluto o, directamente, en comportamientos problemáticos.

Sobre los deberes para casa

Mi idea es reservar este espacio para hablar de matemáticas, pero hoy quiero hacer una excepción y escribir unas líneas sobre el debate de los deberes. Lo primero, recomendar este estupendo artículo de El País sobre el tema. Pocas veces he visto un artículo de prensa hablando sobre temas educativos tan informado, equilibrado y recomendable.

También quiero felicitar a Eva Bailén por su coraje para sacar adelante esta campaña. Creo que todos los padres somos conscientes del respeto que da protestar contra lo que le pasa a tu hijo en el cole. El propio título de la campaña en change.org (Los deberes justos) me parece un gran acierto, porque si algo deja claro este tema es que estamos en un país de bandos aparentemente irreconciliables. Yo mismo he sido testigo de acalorados debates en las reuniones de padres del colegio de primaria de mis hijas, entre el bando pro-deberes y el bando anti-deberes de padres (con clara mayoría a favor de los primeros). En esos debates yo intentaba ser fiel a mi vocación de recibir tortas de ambos bandos, intentando que se precisara qué cantidad de deberes le parecían razonables a los maestros en cada momento.

Y sigo creyendo que si queremos progresar en el debate, no queda mas remedio que entrar en detalles: ¿qué tipo de deberes? ¿qué cantidad? ¿a qué edades? Por supuesto que los deberes tendrían que ser no rutinarios, y adaptados a las necesidades del niño (supongo que si un maestro lee esto saltará automáticamente diciendo que no puede proponer 25 tareas distintas para cada uno de sus 25 – o mas – alumnos. Pero no creo que haga falta tanto: sería suficiente proponer 3 o 4 tareas, de dificultad variada, y dejar que cada alumno hiciera 1 o 2, las que creyera que le convienen. Si se trata de fomentar la autonomía y la responsabilidad – argumento eterno del bando pro-deberes – ¿qué mejor forma? Y creo que mas de uno se sorprendería: los niños son bastante buenos a la hora de elegir lo que les conviene, o lo que les motiva).

Pero creo que el punto crucial para desatascar el tema deberes es la cantidad. El artículo de El País hace referencia a un artículo interesante, y parece que la evidencia disponible es que las tareas escolares solo tienen efectos positivos sobre el aprendizaje a partir de cierta edad (traducido a nuestro caso, en secundaria) y siempre que la cantidad sea razonable.

De nuevo los detalles son importantes, porque no es lo mismo el caso del niño que sale del cole a las 2 que aquél que termina su jornada escolar a las 5. En este último caso, lo tengo muy claro: me parece una aberración que un alumno de primaria que sale del cole a las 5 tenga que hacer tareas en casa. ¿Cuándo va a jugar? ¿Cuándo va a hacer deporte? Para los que salen a las 2, el problema es distinto, pero para que no se me malinterprete me mojo poniendo números: yo pondría un máximo de 0 para 1º y 2º de primaria, 30 minutos para 3º y 4º y 45 minutos para 5º y 6º. Como comentaba @bpalop en un tuit, claro que cada niño es distinto. Yo pondría esto como máximo. Y si algunos niños no terminan la tarea en ese tiempo, no pasa nada, lo que hay que hacer es ir enseñándoles a aprovechar bien ese tiempo de trabajo, algo en lo que en España casi todos debemos mejorar.

Con respecto a la ESO, 1 hora diaria me parece razonable. Una última aclaración: los tiempos que menciono son por día laborable. Los adultos tenemos claro lo importante que es poder desconectar durante el fin de semana. Me parece inconcebible que cueste tanto trasladar eso a nuestros escolares.

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Añadido el 22-05-2015: otro artículo sobre el tema. ¡Espero que siga la racha!

El rechazo a las matemáticas: un apunte

No es mi intención adentrarme en el tema del rechazo a las matemáticas, tan importante y sobre el que tanto se ha escrito. Pero es que la estupenda entrada de mi compañero David Orden Siete consejos para evitar que tu hijo odie las matemáticas (perfecta para unos padres cuyos hijos están entrando en el sistema escolar) ha coincidido con las tareas de 2º de Bachillerato que están empezando a llegar a mi casa estos días … No estoy diciendo que a la entrada de David le falta nada, porque yo tampoco tengo un remedio para el problema que quiero comentar, pero estoy seguro de que muchos padres que hayan leído la entrada, y que tengan hijos que ya hayan avanzado un poco en primaria, se habrán preguntado: vale, muy bien, pero ¿qué hago cuando mi hijo de 4º de primaria trae a casa, día tras día, 15 divisiones (o trabajos equivalentes en otros cursos)? Por supuesto que no tengo ni idea de lo extendido que está este problema, ¡nadie la tiene!

El dilema que plantea esa situación es realmente complicado, y desde luego no me atrevo a dar ningún consejo para afrontarla. Lo que sí tengo claro es que ese problema (el exceso de tareas rutinarias) está detrás del poco aprecio, o directamente aversión, de mucha gente ante las matemáticas. El primer día de clase dedico cierto tiempo para hablar con mis alumnos nuevos de magisterio sobre su actitud ante las matemáticas. El rechazo a las matemáticas no es generalizado, ni mucho menos. Diría que cerca de la mitad de la clase tiene un actitud positiva, o al menos neutra, ante la materia. Como he comentado alguna vez, creo que el perfil de los estudiantes de magisterio ha cambiado algo en los últimos años. Pero cuando pregunto a esa otra mitad de alumnos con rechazo, o sentimiento de incompetencia, o ambas cosas, la respuesta que encuentro muchas veces tiene que ver con el problema del tedio y la incomprensión de las tareas rutinarias que comento.

Para poner un ejemplo concreto, exactamente del mismo problema aunque correspondiente a un curso posterior, estos son los deberes que llegaron a mi casa, para hacer de miércoles a jueves (2º de Bachillerato):

2014-09-deberes(1) En el ejercicio 1 la frase «utilizando el método de Gauss» está tachada porque aún no lo han visto. Lo que tenían que hacer era la «fuerza bruta»: 4 ecuaciones, 4 incógnitas, y paciencia …

Como siempre digo, no se trata de «criticar al profesor». De hecho, cuando tras reprimirme durante todo el curso pasado, fui a hablar con la profesora de mi hija una vez terminado el curso, me encontré con un perfil de profesor sobre el que no había pensado lo suficiente, y al que le estoy dando vueltas desde entonces: me pareció una profesora muy trabajadora, preocupada por que sus alumnos aprendan y muy convencida de que estaba haciendo lo que tenía que hacer. El único problema es que su idea de qué son las matemáticas, y en qué consiste por tanto aprender matemáticas, no coincide con la mía.

Esta entrada participa en la Edición 5.6: Paul Erdős del Carnaval de Matemáticas, cuyo anfitrión es el blog Cifras y Teclas.