Hace unos días he descubierto un concepto que me parece muy interesante, el que da el título al post. Creo que es muy relevante en el fenómeno de la parálisis ante un problema que todos observamos en los chicos, y que en muchos casos aumenta conforme avanzan en nuestro sistema educativo. Parece que la traducción estándar en España es «indefensión aprendida». La traducción me parece muy poco afortunada. Un problema no es una amenaza, y no hay que defenderse de él, y el adjetivo aprendida también me parece mejorable. Yo propondría incompetencia, o incapacidad, adquirida, o inducida.
El libro en el que vi la primera referencia merece un comentario en sí mismo: Math from Three to Seven, de Alexander Zvonkin. Zvonkin es un matemático ruso que organizó unas reuniones con un grupo de 4 niños (un «círculo matemático»), y empezó a proponerles actividades. El libro es, esencialmente, un diario de cómo se desarrollaron esas actividades. El enfoque adoptado por Zvonkin, esencialmente de proponer problemas y dejarles a los niños la iniciativa, y las actividades, han sido un descubrimiento, y creo que cualquiera que trabaje con niños de esas edades puede aprender mucho con su lectura.
Volviendo a la incapacidad adquirida (creo que de momento voy a adoptar esa traducción), creo que la mejor manera de describirla es con este experimento de Jones, Nation y Massad: estos investigadores organizaron cuatro grupos de individuos. Al primero le propusieron un conjunto de problemas sencillos, de manera que pudieron resolverlos todos. Al segundo, una selección de problemas muy complicados, que ninguno pudo resolver. Al tercero, problemas variados, con el objetivo de que resolvieran aproximadamente la mitad. El cuarto grupo era el grupo de control. En una segunda etapa, propusieron a los cuatro grupos problemas muy difíciles, que nadie pudo resolver. Finalmente, en la tercera etapa les propusieron a los cuatro grupos problemas de dificultad variada.
Los resultados mostraron que el tercer grupo fue el que mejores resultados obtuvo en esta última etapa, y que los restantes grupos se comportaron de forma similar. La conclusión es, evidentemente, que el que los problemas sean demasiado sencillos, y seamos capaces de resolverlos todos, es igual de negativo que el que los problemas sean demasiado complicados, y no podamos resolver ninguno. Conclusión: es esencial que los problemas sean realmente variados, para que los alumnos de todos los niveles de aprendizaje se enfrenten, con regularidad, al éxito y al fracaso en su resolución..
Es posible que algún lector esté hasta escandalizado por que alguien que dice llevar 20 años dando clase haya descubierto ahora este concepto, bien conocido en teoría del aprendizaje. Sólo puedo contestar que tiene toda la razón, y que en mi defensa sólo puedo alegar que mis compañeros, que sí han hecho el curso de formación de profesorado del ICE (Instituto de Ciencias de la Educación) tampoco lo conocían.
Supongo que lo conoces, pero este vídeo es impresionante: http://www.youtube.com/watch?v=OtB6RTJVqPM
No, no lo conocía (acabo de descubrir el tema). Pero yo iría un poco más allá. Está claro que proponer una serie de tareas imposibles desanima a cualquiera. Pero si hablamos de fomentar la perseverancia, para que no se rindan enseguida ante un problema un poco más difícil, resulta que proponer una serie de ejercicios sencillos es igual de ineficaz. Y creo que esto es lo que ocurre, en demasiados casos, durante la primaria.
Me encanta que te hayas parado en el mismo experimento que me ha dado tanto que pensar desde que me pasaste esta referencia. Justo reflexionaba que en Primaria se dan exactamente los contenidos que tienen que adquirir, pocas veces dan de más. Yo creo que un niño promedio puede con todos ellos. Mi cuenta sin tener datos ningunos es que, al menos, el 50% de los niños está en el grupo 1, donde se pueden resolver todos. Da mucho que pensar…
Me llamó la atención a la primera. Es de esas veces que lees algo, bien expresado y fundamentado, que de alguna forma hace que terminen de encajar ideas a las que llevabas tiempo dándole vueltas. En efecto, me parece que de aquí es de donde viene esa reacción casi general de «no sé hacerlo» a los pocos segundos de enfrentarse a un ejercicio no estándar.
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